Foto: Juan Sebastián Linero
“Viajo con el tiempo sin salir nunca del instante. Sin pasado, sin futuro, el único tiempo posible: el presente, como inconmensurable joya. Lo que no está aquí no está en ningún otro sitio.”
La via del tarot. Alejandro Jodorowsky, Marianne Costa
El Carro representa la victoria posible a través del poder de la voluntad y de la auto-maestría, con las fuerzas del aspecto positivo del ego, fuerte y seguro de sí mismo, que sabe lo que quiere y cómo lograrlo.
Es la acción por excelencia, ejercida en uno mismo, una acción que sucede en este instante y que se muestra justo aquí, donde no vivimos lo posible ni lo ya realizado sino aquello que está realizándose ahora, en este flujo de vivencias que danza eternamente, dándose y dándonos forma propia.
Ahora es cuando estamos construyendo nuestra vida.
El Carro nos da elementos para guiar nuestra voluntad en consonancia con los designios del Gran Arquitecto del Universo, nos enseña quiénes somos y que nuestra Voluntad es sólo una expresión particular de la Gran Voluntad Cósmica, del Orden.
Se nos han dado las riendas, nuestra mente, para entender cuál es el camino a seguir en la Gran Obra. Es la Maestría.
Sólo los Hombres Libres y de Buenas Costumbres (los que han dominado las Esfinges y el Carro, o sea, los Sentidos y el Cuerpo), cumplen 7 años. Ello quiere decir que con esta carta termina el primer septenario del tarot, que por lo mismo sintetiza a las Claves anteriores: el Mago (la varita), es la Autoconsciencia; la Sacerdotisa, simbolizada por las medias lunas sobre los hombros del Auriga, es la Subconsciencia; y las Estrellas nos recuerdan a la Emperatriz, las Imágenes mentales que materializa el Emperador (la Corona y el Pectoral del Auriga), la razón, todo lo cual nos faculta ahora para probar nuestras intuiciones (el Sumo Sacerdote), llegando a percibir las diferencias entre autoconsciencia, subconsciencia y superconsciencia (los Amantes, el lingam-yoni).
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